En las batallas de la soledad la flores se queman bajo el sol de un desierto desterrado en dónde llovió alguna vez. Y ya no quedan oasis. Y la belleza por rescatar es solo un espejismo al que arrojar los jirones del alma. Allí, en el precipicio de las dunas, el vértigo no perdona.

Aun así, buscad la belleza y reconstruid el alma. Tal vez sea lo único que merezca la pena.

Las losas del tiempo caen como una sonrisa falsa y las tumbas del tiempo sangran. Las flores del desierto se marchitan. Y nieva, porque en todos los desiertos nieva alguna vez. Y el universo se ríe porque creíste que hacía las cuentas y no supiste leer que el bailarín de la vida solo mira a las estrellas porque brillan.