En las batallas de la soledad la flores se queman bajo el sol de un desierto desterrado en dónde llovió alguna vez. Y ya no quedan oasis. Y la belleza por rescatar es solo un espejismo al que arrojar los jirones del alma. Allí, en el precipicio de las dunas, el vértigo no perdona.
Aun así, buscad la belleza y reconstruid el alma. Tal vez sea lo único que merezca la pena.