Sentada en el borde de la piscina, balanceando los pies... Una niña pequeña se acerca y me empuja. Ríe mientras yo no puedo salir del agua, mientras no puedo emerger a la superficie. Me ahogo. El cerebro empieza a abandonar la lucha por el suministro de oxígeno. Estoy cansada quiero dormir, pero abro los ojos y de repente estoy otra vez sentada al borde la piscina. La niña a mi lado habla cómo si fuese adulta. Es una imagen inquietante en un momento de paz.
- ¿Paz? ¿Soledad?. Vuelve la calma poco a poco ¿eh?. La soledad puede ser una gran amiga ¿verdad?.
- Sí, lo es. Me ayuda a recuerar la perspectiva. A recuperar el norte...
- Qué féliz eres con un rato de silencio, un rato de música y un cuaderno y un boli. Contra eso no podemos luchar en el infierno. Pero los recuerdos te atacan una y otra vez. Te torturaré con ellos hasta que te afixie.
- Afixiame. Moriré entre recuerdos bellos.
- Conmovedor; pero recuerda esto; eres tan diferente, que no especial, que de alguna manera sabes que siempre estarás condenda a la soledad aunque muchos te digan de corazón que te comprenden. Eres tan féliz sin poner nombre a las cosas, sin marcar pautas. Con LIBERTAD... Pero ahora, tus ratitos de paz han muerto. Y eso no se puede OLVIDAR. Yo me alimento de eso, te dejo fluir en las aguas, te susurro al oído que simplemente dejes fluir las cosas... y por un momento todo encaja libremente cómo piezas de puzzle qu adaptan sus formas. Y por un momento las cosas sólo son, sin importar cómo deberían ser.
- ¡¡Me estoy ahogando!!
- Claro que te estás ahogando, porque alguna vez hay que hacer pie para respirar y andar por caminos marcados para no perderse. Boba que eres boba por creer otra cosa. Y a mi no me importa ser un demonio pequeño porque hay tanta gente dispuesta a recordártelo que mi trabajo se vuelve extremadamente fácil. Es la hora, vete.
Escupo el agua de los pulmones, aspiro una gran bocanada de aire. La niña adulta se ha marchado y lloro. Vuelvo a arder en llamas perennes.