Friday, December 15, 2006

Con los pies desnudos y balanceándolos, el aire rozando y sentada al borde del acantilado; la sonrisa cegada por el sol, y los ojos entornados mirando la manta verde del valle. Todo se precipita y a veces no sabes como precipitarlo más.

Y aunque la sonrisa sea amplia y rebose la alegría hay deberes que tienen que hacerse aunque sea a costa de reclamar la ayuda de los hados y de los fuegos fatuos e incluso de los fuegos más descarnados y honrados.