Y el universo jugó. Lloró lo que era evidente, armó con cariño el tablero, pero no pudo controlar que cada uno jugara en un bando, que no fueran capaces de encontrarse aun con todas las estrellas a su favor.
Quizás las piruetas del tiempo logren desenredar el alma de quienes andan rotos. Quizás las tumbas del tiempo conserven intactas sus miradas por si vuelven a encontrarse.
Y puede que algún día vean que la belleza del momento que les fue dado les alimentó el alma. Ojalá florezcan.
