Abrazos que se quedan en las retinas del recuerdo. Sonrisas que vencen a las tumbas del tiempo. La ilusión y la belleza de la mano con el sol en la cara. Guarda los momentos bellos para las madrugadas malas. El universo no entiende nada, inunda el alma en un instante y al siguiente se larga. Y tú eres pieza en el puzle del alma que corre contra el viento y tampoco sabes nada. 

Todos los desiertos florecen alguna vez. La belleza oculta tras el árido despertar, acurrucada al arrullo del sol y las estrellas, clama por salir. Y nadie puede detenerla cuando está decidida a arrasar con todas las lágrimas del universo. Irrumpe el manto de flores, demuestra lo bello en lo sencillo. Y te tienes que rendir. Contemplad la belleza y alimentad el alma. 

 Hay un bailarín en el universo cuyas matemáticas no comprendemos. Las cuentas no salen. Te mueves agitado por el tiempo y el espacio, ciego en el alma. Pero puedes elegir bailar, y que el universo reste y sume como le dé la gana. Las flores en las tumbas del tiempo nunca se mueren.

 A veces las tumbas del tiempo quedan expuestas en la singularidad de un agujero negro. A veces este agujero está en el alma. Y solo la belleza de lo más sencillo puede calmarla. En todos los desiertos llueve alguna vez.