Las tardes se han vuelto de fuego con mareas de aire cálido que abrasa. Amarillo. Fuego en el cuerpo. El refresco de la noche ya suena a tambores de guerra. Porque la dualidad noche y día sólo es un eslabón en lo complido de un infinito donde nos debatimos en la encrucijada de los tiempos. En los agujeros por donde se pierde el olvido y la memoria. Porque sólo somos agua entre los dedos del universo.