No pienso entrar en ese jueguecito siniestro de pasear muñecos de madera como si los hubiesen matado de verdad.
No quiero saber nada de sombreros de pico y flores muertas.
Ni una palabra sobre cánticos sectarios y caras serias y lágrimas.
Cerebros desiertos de neuronas, neuronas muertas que inventan dramas. Dramas que sólo sostienen el ego, que lo alimentan con ese sentimiento que llaman piedad. Si te importa algo, no llores por ello, actúa... No aprenderé nunca, no aprenderemos nunca o el día que lo hagamos seremos otra especie.
¡Qué nos aprovechen las torrijas! No hay mal que por bien no venga.