DESIERTO XLI
Cuéntale a la vida que no tienes alma, que un día en el desierto te la robó la lluvia.
Cuéntale al oasis que no sientes nada, que nunca te importó y que nada te conmueve. Y descansa.
Asómate a las tumbas del tiempo, guardianas de tus recuerdos. Asómate y haz como si nada, como si en los últimos tiempos no hubieses vivido.
Y vuelve y, ahora sí, cuéntale a la vida que no tienes alma, que toda su belleza se quedó en verano enredada en las flores aunque fuesen de plástico.
Y díselo a la puesta de sol, que no sientes nada, pero que encontraste la belleza y te alimentó el alma.
Porque todos los desiertos florecen alguna vez y el universo hace las cuentas como le da la gana.
