Las tumbas del tiempo, un año más, se abren con su horizonte de sucesos o sus singularidades... o simplemente todos nuestros recuerdos, reales o no. Y, mientras, el bailarín infinito del universo nos deleita con su espectáculo, a veces tan desapercibido, mientras siguen sin salirle las cuentas.

A veces los caminos se tuercen. Se torceran. Pero nada puede derrotar la inmensidad del desierto y su belleza... somos granos de arena arropados por una inmensidad donde, al menos, una vez al año florece más allá del oasis.

A veces, las tumbas del tiempo eruptan y distorsionan la memoria... a veces con cosas buenas, otras veces malas. Pero todo va bien si sigues prendada de la inmensidad del desierto y de las florecillas que crece entre las grietas de hormigón. Buscad la maldita belleza y alimentad el alma.

Cuando la luz del sol te ciega más allá del reflejo de la arena del desierto puedes mirar al universo y descubrir una grieta por donde se cuela la belleza.

A veces se cuela un rayo de luz en un agujero negro. Y eso desconcierta. Es cómo estar en la eterna paradoja de Schrödiger sin saber si ser o no feliz, pero sin poder evitarlo. Buscad la belleza... Y un día aparecerá. 

Aun cuando los caminos son oscuros como en un agujero negro lleno de singularidades y sin explicación ninguno hay qué seguir sin renunciar a lo bello. Buscad la belleza y alimentad el alma.

El universo siempre hace las cuentas como le da la gana y nadie sabe en que estaba pensando cuando tan sólo era una página en blanco entera por escribir... Tan sólo parece un mal pagador, que en su pirueta infinita, nos abandonó a nuestra suerte que no es otra que buscarla. Buscarla en un camino de estrellas por descubrir entre neblinas de agujeros negros y feroces devoradores de destino y suertes que nacen de los pozos más negros del alma.

Aunque las tumbas del tiempo permanezcan siempre abiertas, siempre en la memoria con sus inscripciones a los pies del alma, la belleza debe sobreponerse. Buscad, buscad más que nunca la belleza, y alimentad el alma.