A veces detrás de una esquina asoma el olor a infiernito...
Entrar saludada por la penumbra, los tonos burdeos y lámparas barrocas era un placer sentada al calor de un chocolate, o ya en la noche al abrigo del fuego. Quemar era la magia. Los infiernitos olisqueaban y se precipitaban como una ola rendidos a los pies de su dueño.
Y entre llamas el infierno se va...
Entrar saludada por la penumbra, los tonos burdeos y lámparas barrocas era un placer sentada al calor de un chocolate, o ya en la noche al abrigo del fuego. Quemar era la magia. Los infiernitos olisqueaban y se precipitaban como una ola rendidos a los pies de su dueño.
Y entre llamas el infierno se va...