Las trampas siempre parecen bellas.
Me siento y cabalgo en las mareas del tiempo, alzo la mano al viento y la mece la incertidumbre. Bajo la mano y me la llevo al pecho, tengo el dolor del miembro amputado... pero una alegría féroz me persigue como un perro del averno, lo único que me queda para compartir porque ninguno de mis agujeros negros se tragara lo bello... No.
Aunque al girar la esquina a veces las rodillas se vencen, la acera se vuelve salada y los agujeros se abren y paseo hacia un nuevo infierno para comprar fuerzas para fabricar una tumba de callos doloridos que nadie limará. Flaqueo con la sonrisa de saber que ninguna lágrima contaminará lo que yo quiero.
Tentanción y trampa de caer en un derrotismo amargo y esteril donde todo es rosa por obligación, donde los peregrinos vienen obligados a llorar y expiar pecados cómo a las piedras de la iglesia... Arrogantes seres humanos, prefiero estar con las cuentas del universo, donde nada se puede encerrar entre paredes y nada requiere ritos estudiados y así repartir a puñados lo bueno que me quede porque nadie merece otra cosa.