El desierto y su inmensa nada. Su calma y su respirar ... y florece. Florece incluso cuando cada grano de arena trae el murmullo del desconocido que vino a poner una nota de color para recordarnos que la belleza vive a la vuelta de la esquina del alma.

Las piruetas del alma que bailan al son del bailarín del universo encargado de hacer unas cuentas que no salen... Como en los desiertos donde falta agua pero no hay nada que regar y sólo vive la bella inmensidad donde arrojar el alma por un rato para huir en paz.

Es la pirueta infinita de la soledad un bailarin perfecto para la belleza que vive tan agazapada en el desierto. Es la soledad en el desierto un bálsamo para el alma. Porque desnudos ante la nada, ante el bello infinito, ninguna mentira sobrevive en nuestra alma. Es esa belleza un alimento poderoso en el camino de la vida.